Con la venida del Hijo de Dios se han abierto para nosotros los canales de la Gracia divina, el Agua viva de la que nos habla Jesús en el Evangelio de Juan. Esta Gracia nos sana de nuestras heridas interiores y nos transforma totalmente para convertirnos de: necesitados de Dios a portadores de Dios. El cristiano, por la Gracia, se convierte en una Fuente de Vida para sí mismo y para los demás.
Homilía del domingo 8 de septiembre de 20024.