La oración es la respiración del alma, no abre al conocimiento de Dios y de nosotros mismos, nos infunde fortaleza en momentos difíciles, nos ayuda a relacionarnos mejor con los demás, nos infunde paz interior y alegría de vivir y, lo más importante, nos acerca más y más Dios y dispone nuestro corazón para una relación íntima con Él que no tendrá fin.