Nuestra historia

La iglesia de Sant Pere de las Puel·las es un edificio histórico ubicado en la plaza de San Pedro, en la parte antigua de la ciudad de Barcelona.

Plaza de Sant Pereee
Plaza de Sant Pere

La historia relata que Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, hizo construir en 801 una pequeña iglesia dedicada a San Saturnino, durante la reconquista de Barcelona, en manos de los musulmanes. De este antiguo edificio prerrománico quedan algunos indicios: una lápida donde está escrito «OBIT ERA 891», unas impostas esculpidas y unos relieves con una cruz y las letras griegas: alfa y omega.

En el año 945, el conde de Barcelona, Sunyer I, y su esposa, Riquilda, hicieron construir un monasterio de monjas benedictinas dedicado a San Pedro. Se guarda el acta de consagración del año 945 y se sabe que asistió el hijo de Sunyer, Borrell II, el primer conde soberano de Cataluña.

En el año 985, el monasterio fue totalmente destruido por la incursión de Almanzor. Poco tiempo después fue reconstruido. El siglo XII, los almorávides volvieron a destruir el monasterio. El 13 de enero de 1143 el templo volvió a ser consagrado y entró en la época de su máximo esplendor que va del siglo XII al siglo XV aproximadamente, trescientos años durante los que disfrutó de la protección del Papa y del rey Alfonso I de Aragón. Alrededor del monasterio se fue desarrollando el Vilar o Vilanova de San Pedro formado por campesinos y artesanos dedicados al arte textil.

El 5 de junio de 1697 las tropas francesas sitiaron la ciudad y ocasionaron graves daños en el monasterio y su iglesia. En la guerra de Sucesión la lucha entre las fuerzas catalanas y el ejército castellano-francés llegó hasta el mismo monasterio que cambió de manos un total de once veces a lo largo de una serie de ataques y contraataques. La batalla entre ambos ejércitos volvió a dejar en mal estado el monasterio y la iglesia. Posteriormente, la comunidad de monjas pudo volver a la normalidad y levantó un nuevo campanario y amplió las dependencias monásticas.

Baptisterio con la pica bautismal donde fue bautizado san José Oriol el año 1650.

La entrada de los franceses en Barcelona (1808) tuvo como consecuencia un nuevo saqueo del monasterio y una destrucción parcial del edificio. En 1814 las monjas fueron expulsadas y no pudieron volver hasta dos años después.

En 1823 volvieron a ser desalojadas durante cinco años para convertir el monasterio en prisión. En el año 1835 se produjo la expulsión definitiva por el Decreto de desamortización. El monasterio volvió a ser prisión. Unos años después, las monjas iniciaron años después la edificación de un nuevo monasterio (1877-1879) en la calle Anglí, en la parte alta de la ciudad.

Detalle de la entrada a la izquierda y el baptisterio al fondo.

Pocos años después, el municipio de Barcelona decidió destruir los edificios conventuales y el claustro de doble planta para construir edificios destinados a alojar los habitantes de una ciudad en plena expansión.

Imagen interior del templo.

A inicios del siglo XX sólo quedaba la iglesia de San Pedro que fue incendiada durante la Semana Trágica (1909) y se destruyó el campanario románico, llamado “la torre de los Pájaros”, también quedó dañada la primitiva capilla de Sant Sadurní. La restauración de la iglesia fue confiada al arquitecto Eduard Mercader que modificó sustancialmente la estructura del edificio. En 1936 se volvió a incendiar la iglesia y se destruyeron algunos arcos y columnas. En las reconstrucciones posteriores se tuvo en cuenta su funcionalidad como edificio parroquial lo que le dio el aspecto que tiene actualmente.

Nave central presidida por nuestro patrón: San Pedro Apóstol.

La iglesia de Sant Pere de las Puel·las ha formado parte de los acontecimientos históricos de la ciudad de Barcelona a lo largo del último milenio. Después de las vicisitudes complicadas ―a veces, trágicas― que han marcado su destino, la iglesia de Sant Pere de las Puel·las sigue siendo testigo de los acontecimientos históricos más importantes de la ciudad de Barcelona, acoge en su interior, lleno de paz y recogimiento, a creyentes y no creyentes, y es signo identitario de todo un barrio.