Nuestras relaciones con los demás dependen en parte de nuestra actitud interior. Si empezamos una relación con prejuicios hacia la otra persona o con cierto sentimiento de rechazo será imposible establecer una buena relación. En cambio, si empezamos con una actitud abierta hacia la otra persona, aceptando su modo de ser, de vestir, de pensar, sus creer… será posible conectar e iniciar una buena relación con esa persona a pesar de las diferencias y eso no ayuda a sentirnos mejor con nosotros mismos, con los demás y con Dios.